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El eje central de Movimientos sociales, ciudadanías y producciones culturales de las mujeres ha sido el estudio de las estrategias de organización y resistencia desplegadas por mujeres en diversos movimientos sociales —feministas, ambientales, sindicales, educativos y territoriales—, con especial atención a las producciones culturales como dispositivos de afirmación biopolítica y crítica al orden de género hegemónico.

Asimismo, el segundo año del desarrollo de esta línea de investigación  se ha caracterizado por una constatación empírica del estado actual del movimiento feminista en Chile en el contexto de los post plebiscitos (tras los rechazos de 2022 y 2023), momento que ha significado un repliegue organizativo y un aumento de las amenazas contra los derechos conquistados por las mujeres. Es así que este período se ha distinguido por un trabajo de campo intenso en tres regiones —Valparaíso, Arica y Parinacota, y Los Lagos—, aplicando metodologías cualitativas y participativas. Se destacan:

(a) Método de Análisis Grupal (MAG): implementado en Valparaíso y Arica, permitió generar espacios de reflexión colectiva y diagnóstico situado sobre experiencias de violencia, agencia y organización.

(b) Método de intervención sociológica: iniciado en Los Lagos con mujeres sindicalistas, enfrentó tensiones internas por jerarquías de poder, lo que exigirá su replicabilidad con ajustes metodológicos en Osorno.

( c) Técnicas complementarias: observación participante, análisis de performances artísticas, entrevistas en profundidad, grupos focales y análisis de contenido estructural. El análisis de datos se apoyó en NVivo 14, utilizando teoría fundamentada y análisis estructural de contenido.

Estas herramientas permitieron captar la complejidad de los agenciamientos colectivos vivos, identificando repertorios de acción, formas de significación y resistencias a la violencia patriarcal y a los dispositivos de control neoliberal.

En esta línea, el trabajo empírico ha evidenciado una creciente regresión conservadora que impacta en la visibilidad, cohesión y seguridad de las mujeres organizadas. En el plano simbólico y material, la violencia se ha tornado más sofisticada y generalizada, expresándose en formas físicas, simbólicas y discursivas, tanto en el espacio público como en lo virtual. En este marco, los testimonios y análisis muestran cómo las mujeres enfrentan intentos de criminalización de sus derechos, censura, hostigamiento por parte de sectores políticos ultraconservadores —como lo observado en Valparaíso en torno a la educación sexual integral—, y violencia directa en movilizaciones en Arica. Este escenario ha conducido a la atomización de colectivos y al repliegue de acciones públicas. Es así que las creaciones culturales —música, performance, bordado, poesía, entre otras— han emergido como vehículos de afirmación identitaria y denuncia. El análisis de experiencias como la “Rueda de Cantoras Cuequeras de Valparaíso” permite observar una reapropiación de lenguajes artísticos desde una perspectiva feminista y territorial. Estas prácticas configuran una biopolítica afirmativa que inscribe los cuerpos y memorias en clave colectiva.

Ahora bien, a pesar de la potencia de los vínculos entre mujeres, emergen tensiones respecto a la identificación explícita con el feminismo. En organizaciones de base, especialmente aquellas orientadas al emprendimiento o la subsistencia, se observa una adhesión parcial o ambigua. Aquí aparecen elementos del giro psicológico (Gill y Orgad en Mc Robbie, 2021), donde el empoderamiento es leído desde lógicas neoliberales que inhiben la politización del malestar. En contraste, otras experiencias dan cuenta de prácticas afectivas y organizativas que dialogan con el giro afectivo (Macon, 2013), reivindicando el reconocimiento mutuo como forma de resistencia.

Finalmente, el trabajo de campo no solo ha evidenciado las violencias que atraviesan la vida de las mujeres organizadas, sino también las que enfrentan las propias investigadoras. Esto exige repensar las condiciones éticas, materiales y emocionales del trabajo académico en contextos de riesgo. La investigación ha devenido también en experiencia vivida, donde se produce un conocimiento que se padece. Esta implicación ha obligado al desarrollo de estrategias de cuidado y resguardo, aunque no exentas de incertidumbre. Se hace urgente avanzar en políticas institucionales que protejan la labor investigativa con perspectiva de género, tanto en terreno como en el ámbito universitario.

Cabe señalar que línea de investigación del proyecto ha tenido un fuerte componente formativo: dos tesistas de doctorado han desarrollado su trabajo de tesis con el estse proyecto Anillo ANID ATE 220035 ; se ha continuado con el desarrollo de la tesis de magíster en antropología latinoamericana “Identidades, afectos, política y encuentros: el taller de danza Pampina de Nelly Lemus” (co-guíada por la investigadora asociada Laura Jordán), en el marco de la cual se han llevado a cabo entrevistas en profundidad y observación participante, avanzando con el análisis y redacción del primer capítulo y, en pregrado, se ha desarrollado una tesis sobre las mujeres mapurbe,  otra sobre mujeres de la agrupación de mujeres de mar Mamacocha y otra sobre las resistencias desde la intervención artística con mujeres privadas de libertad.

Se han consolidado vínculos con redes académicas y proyectos afines, como ANIMUPA y el Núcleo Milenio en Culturas Musicales y Sonoras (CMUS), con quienes se prepara un encuentro interdisciplinario en noviembre de 2024. Asimismo, se fortalecieron alianzas con universidades nacionales y con el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Nuevo León, México.

En síntesis, este segundo año del proyecto ha profundizado en la comprensión de las tensiones entre organización, cultura y violencia en los movimientos de mujeres. Ha evidenciado la potencia transformadora de las prácticas colectivas, así como los desafíos estructurales que impiden su despliegue. También ha revelado la necesidad de habitar la investigación desde una perspectiva encarnada, crítica y situada, capaz de articular teoría, afectos y acción.

El desafío futuro radica en consolidar estas redes de resistencia, profundizar en la dimensión cultural de las luchas sociales y avanzar hacia una biopolítica afirmativa que reconozca los saberes, cuerpos y memorias de las mujeres como núcleos de transformación social.